A veces he soñado, al menos, que cuando el dÃa del juicio amanezca y los grandes conquistadores y abogados y hombres de Estado vayan a recibir sus recompensas -sus coronas, sus laureles, sus nombres grabados indeleblemente en mármol imperecedero-, el Todopoderoso se dirigirá a Pedro y dirá, no sin cierta envidia cuando nos vea venir con libros bajo nuestros brazos, âMira, esos no necesitan ninguna recompensa. No tenemos nada que darles aquÃ. Les gustaba leerâ.
Virginia Woolf -Un cuarto propio y otros ensayos-
Me gustarÃa comprar todos los libros de Tolstoi y Dostoievski que ya leà pero que no tengo en mi biblioteca. También los de Daudet. Y los de Victor Hugo. A veces me pregunto qué hice con esos libros, cómo fui capaz de perderlos, en dónde los perdÃ. Otras veces me pregunto para qué quiero tenerlos si ya los leÃ, que es la forma de tenerlos para siempre. La única respuesta posible es que los quiero para mis hijos. Sé que es una respuesta tramposa: uno tiene que salir de casa a buscar los libros que lo esperan.
Roberto Bolaño