A veces he soñado, al menos, que cuando el día del juicio amanezca y los grandes conquistadores y abogados y hombres de Estado vayan a recibir sus recompensas -sus coronas, sus laureles, sus nombres grabados indeleblemente en mármol imperecedero-, el Todopoderoso se dirigirá a Pedro y dirá, no sin cierta envidia cuando nos vea venir con libros bajo nuestros brazos, “Mira, esos no necesitan ninguna recompensa. No tenemos nada que darles aquí. Les gustaba leer”. Virginia Woolf -Un cuarto propio y otros ensayos-

Me gustaría comprar todos los libros de Tolstoi y Dostoievski que ya leí pero que no tengo en mi biblioteca. También los de Daudet. Y los de Victor Hugo. A veces me pregunto qué hice con esos libros, cómo fui capaz de perderlos, en dónde los perdí. Otras veces me pregunto para qué quiero tenerlos si ya los leí, que es la forma de tenerlos para siempre. La única respuesta posible es que los quiero para mis hijos. Sé que es una respuesta tramposa: uno tiene que salir de casa a buscar los libros que lo esperan.

Roberto Bolaño

Wednesday, September 14, 2005

Roberto Hernández Montoya -Cómo hacer que la gente no lea-

Cómo hacer que la gente no lea
Roberto Hernández Montoya
No han sido pocas las campañas de lectura, dentro y fuera de Venezuela. Los resultados están a la vista. Nadie, además, que yo sepa, ha hecho un estudio para verificar resultados.
La lectura no es, como lo suponemos los que la practicamos, solo una devoción. Es también una necesidad práctica y a veces mística. Nació del comercio y también de los libros sagrados. Leemos para saber de los dioses, o de su ausencia, para enamorarnos, para votar o no por un candidato, para resolver un problema administrativo o para programar un VHS. La escritura es un colágeno que religa las partes sociales entre sí. Mediante el alfabeto las partes de la vida social se hablan entre sí y se dan sentido mutuamente. El lego conoce las leyes, el legislador la poesía, el poeta el decreto, el mecánico lee al político, el magistrado una carta de amor, el francés a Shakespeare y el guaraní a Hugo.
¿Por qué fracasan las campañas de lectura? Expondré las razones que intuyo (tal vez sean otras):
1. No se hacen en serio. Es decir, se hacen para aliviar una mala conciencia de los que leen como devoción. La gente no lee (lo que suele ser exageración samaritana) y hay que decirle que no lee, con lo cual
2. se termina ofendiendo al público, pues leer no es solo una devoción y no tenemos derecho a imponer nuestro modo de leer a los demás, so pena de terminar ofendiéndolos: “Lee, no seas bruto y encima inculto”. No hay ofensa más afrentosa que la de inculto, sobre todo si es verdad. No hagas la prueba. Puede ser peligroso.
3. No se investiga. Se lanza la campaña y nadie averiguó nada previamente: cuánto se lee, quién lee, quién no, qué se lee cuando se lee, cómo vencer resistencias; no se hace seguimiento de la campaña, no se verifican sus resultados. “Nada más práctico que una buena teoría”, decía Bohr. Lamentablemente no lo dijo en Venezuela, donde practicamos lo que Alfredo Chacón llama “empirismo pasional”.
4. Se ignora que la gente lee más de lo que se piensa. Diariamente se consumen toneladas de papel, sin contar a Internet. Solo queremos que la gente lea cosas “mejores”, que se pongan a leer a Cervantes y Borges. No estaría mal, pero es que Cervantes y Borges deben ser elecciones, no imposiciones. Eso sería ir contra ellos, precisamente, porque “el arte es largo y, además, no importa”, como decía Antonio Machado.
5. ¿Leer qué? Promueves la lectura y un libro cualquiera cuesta una quincena de salario mínimo. Leer es caro precisamente para quienes debiera ser una herramienta básica. A pesar de haber elevado considerablemente el ingreso de los docentes en estos dos años, todavía es un peso comprar un libro. Se han acostumbrado a no leer, que es como si un carpintero se acostumbrara a no usar el serrucho. Junto con la campaña hay que abaratar el acceso al libro, hacerlo masivo, ponerlo de moda. Si no se aumenta el presupuesto de cultura, cualquier campaña de lectura será un despilfarro irresponsable.
Son algunas ideas que ofrezco modestamente para discutir y para que ahora, que se ha planteado de nuevo, con acierto, el asunto, no volvamos a gastar una millonada solo para curarnos la mala conciencia y no pongamos a leer a nadie ni una página más de lo que ya lee. O no lee.